18 de enero de 2011

Alrededor de Luis Alberto de Cuenca


Prologuista: Javier Vázquez Losada

Sinopsis

"Alguna vez pensé que la dedicación a la política acabaría matando al poeta que había entregado a la imprenta obras tan emblemáticas y perdurables como La caja de plata oPor fuertes y fronteras. Pero la inspiración de Luis Alberto de Cuenca, lejos de agostarse, nos ha brindado en estos últimos años una de sus entregas más hondas y serenamente conmovedoras, Sin miedo ni esperanza, en la que, rehuyendo el énfasis jeremíaco, se nos habla del dolor de ser hombres, que a la postre viene siendo el tema recurrente de su poesía. Hace algunos años, Luis Alberto de Cuenca definió su estética —fundadora de un nuevo clasicismo— apelando a una expresión procedente del ámbito del cómic, “línea clara”. Sus poemas, en efecto, son de “línea clara”, puesto que abominan de esa petulancia abstrusa con que algunos disfrazan la pacotilla; son de “línea clara” porque confían en la capacidad de la palabra para designar estados de ánimo, pasiones, pasadizos de la conciencia que otros poetas prefieren confinar en el brumoso ámbito de lo “inefable”, que con frecuencia es la coartada con la que se disfraza el timo autista o la verborrea vagarosa. Pero que sus poemas sean de “línea clara” no significa que la poesía de Luis Alberto de Cuenca rehúya la pujanza de lo oscuro; por el contrario, pocos poetas de nuestro tiempo se han atrevido a indagar con tanta decisión en esos continentes de turbiedad que acechan la naturaleza humana.

Luis Alberto de Cuenca sabe que somos híbridos de ángel y demonio, atraídos igual por la luz y las tinieblas; sabe también que el amor —el Amor— es un sentimiento redentor, a la vez que un agujero negro que nos convoca entre sus fauces y nos despedaza. En De amor y de amargura (Renacimiento, Sevilla, 2003), Diego Valverde Villena ha espigado, con tino y perspicacia, la poesía amatoria de Luis Alberto de Cuenca, logrando capturar en unas páginas el universo intransferible de un poeta que es a un tiempo vitalista y escéptico, exultante y angustiado, risueño y afligido. En estas páginas, el amor es celebración y catástrofe, victoria y agonía, generosa donación y cruel canibalismo. Encontramos aquí, junto a celebraciones luminosas en las que la mujer amada se erige en un atlas de belleza, descensos a los sótanos del amor, donde el amante siente crecer “la rabia inútil, los mastines del odio / y estos muros de cal en mis ojos dorados”. En esta antología encontramos también una de las proclamaciones de amor más abrumadoramente hermosas de la poesía contemporánea:

Mientras haya ciudades, iglesias y mercados

y traidores, y leyes injustas, y banderas;

mientras los ríos sigan vertiendo su basura

en el mar y los vientos soplen en las montañas,

mientras caiga la nieve y los pájaros vuelen,

y el sol salga y se ponga, y los hombres se maten;

yo te estaré queriendo, vida mía, en la sombra,

mientras mi pecho aliente, mientras mi voz alcance

la estela de tu fuga, mientras la despedida

de este amor se prolongue por las calles del tiempo.

Luis Alberto de Cuenca posee el don secreto para renovar los topoi eternos, liberándolos de hojarascas retóricas, revitalizándolos con palabras de nítida frescura y una pizca de sarcasmo. Y posee, desde luego, una gracia leve, nada estridente, para invocar esa ansiedad, ese sentimiento de exterminio mutuo que aflige a los amantes, cuando se saben “náufragos en la hiel del desengaño” y el “silencio que es olvido” se derrama sobre “el huerto concluso / donde el amor reinará”. Pero los amantes, a la postre, “no están dispuestos a olvidarse”, y otra vez se enzarzan en su batalla, otra vez se matan y se dan vida, se enviscan y azuzan, se arañan y se odian y arden en la hoguera de su destrucción, en cuya llama resucitan.

Luis Alberto de Cuenca ha entendido mejor que nadie la naturaleza paradójica del amor, medicina y veneno para nuestro dolor de ser hombres."

Juan Manuel de Prada

Presentación el viernes 4 de Febrero en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, a las 19:30 h. Acudirá el propio Luis Alberto, así como varios de los reputados autores de la obra.
Presentamos una obra imprescindible: Alrededor de Luis Alberto de Cuenca

"Luis Alberto debería resultarnos antipático, porque es demasiado erudito, alto y generoso para no sospechar de él. En otro mundo, un hombre atractivo y alto, amable y modesto, no debería recurrir a las malas artes de la literatura y la poesía. Ama a una mujer rubia y élfica, una delicada flor de acero que tiene la indecencia de llamarse Alicia. No cabe nada que hacer frente a un hombre así, salvo rendirse. Pero yo decidí no rendirme. Presentemos batalla. Luis Alberto ama a Beowulf y a Hamlet, a Snorri, a todos los nibelungos con su orgullo bilbaíno con la misma desesperada ansia que yo, pero sin la pasión casi erótica que a mí me domina. ¿Quién es Fafnir?, puedo gritar al viento, y Luis Alberto contestaría. ¿Dónde habitó la madre de Grendel?, y él lo sabría. Luis Alberto (creo yo) ama el instante, y eso le hace disfrutar de una conversación inesperada, y de melodías halladas en el AVE y de un aceite nuevo y casi prohibido porque, precisamente, es delicioso. Y sabe, y a veces, por delicadeza, oculta que sabe. Y eso lo hace especial y adorable; su modestia, su carácter, su exotismo. Lo que debió ser. Lo que es."

Espido Freire

APARICIONES EN PRENSA:

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Revista LEER




4 de febrero, presentación del libro homenaje de Luis Alberto de Cuenca

15 de enero de 2011

Nueva reseña Macgregoriana: White Creek Manor (El secreto de los Hawkins)

White Creek Manor (El secreto de los Hawkins)

  • A. Victoria Vázquez
  • Espacio Uno
  • ISBN:978-84-937450-5-9
  • PVP:23,95 €

(Ficha de la editorial)

OPINIÓN DE JOSEPH B MACGREGOR

White Creek Manor (El secreto de los Hawkins) es un libro que me ha sorprendido gratamente y que me gustaría aconsejar no sólo a los amantes o aficionados a la literatura de terror, gótica o fantástica sino a cualquier lector que quiera disfrutar de una novela de evasión de gran calidad, pese a algunos defectos que considero poco importantes.

Me parece realmente insólito en una escritora tan joven que esa pretensión de contar una historia con toques clásicos no termine quedándose en eso… en una mera pretensión, en un ejercicio denso, casposo o anticuado. Muy por el contrario, la autora consigue aunar un estilo que evoca las novelas fantásticas de corte victoriano con la agilidad de un texto de evasión y aventuras actual. Hay una preocupación, sin embargo, por que tanto los narradores de los tres bloques que conforman la historia así como los personajes se expresen tal y como hablaban en la época que les tocó vivir. Pero simultáneamente A. Victoria Vázquez – autora que no conozco absolutamente de nada - huye también de cualquier intento de barroquismo, de la excesiva adjetivación, de las descripciones prolijas; y a pesar de todo plasma perfectamente el estilo de este tipo de novelas de misterio y suspense que tanto me apasionaron de pequeño o adolescente. A veces, me daba la impresión de estar leyendo a una pariente de Conan Doyle.

Como señalé anteriormente, la novela se divide en tres partes: una introducción en la que un joven en descubre unos documentos sobre el protagonista de la historia que ha desaparecido en extrañas circunstancias; una segunda – que sería la más extensa y prolija y forma el armazón de la narración – en la que se nos hace partícipe de la odisea de dicho personaje a través de la lectura de los diarios descubiertos por el muchacho; y una tercera en la que un editor intenta encontrar el paradero de éste y que sirve para conocer los detalles sobre el final del conflicto. La novela finaliza con una especie de epílogo en el que el joven que descubre los diarios intenta cerrar los círculos que quedaron abiertos en los anteriores textos con desigual fortuna.

La peripecia principal está centrada en New Orleans y tiene todos los componentes que convierten a una historia de este tipo en interesante: una misteriosa y atormentada familia (como los Usher de Poe) formada por dos hermanos , magia y vudú, un pantano, un anciano barquero que tararea una misteriosa canción, una historia de amor enfermizamente romántica; leyendas y maldiciones relacionadas con dichos rituales – no se emocionen, no sale ningún zombie – y un animal extraño (que se asemeja, según cuentan, a un cocodrilo gigante) y que va dejando – como El Perro de Baskerville - un reguero de víctimas, cruel y salvajemente sacrificadas, a su paso. La diferencia con la famosa aventura de Sherlock Holmes es que mientras a la maldición del perro se le daba una respuesta racional, aquí la magia y lo sobrenatural está muy presente a lo largo de toda la narración.

Efectivamente, como señalé al comienzo la novela tiene algunos defectos que, desde mi punto de vista, quedan mitigados por la fuerza del conflicto central que me pareció apasionante. Entre estos aspectos mejorables yo destacaría sobre todo el comienzo del viaje en barco del protagonista con destino a New Orleans que pienso dilata en exceso ya que en realidad dicha singladura tiene poca importancia en relación a los acontecimientos posteriores. De igual modo, pienso que alarga la resolución del enigma un poco y que quizá debía de haber ofrecido el clímax de la historia unos capítulos antes; hay demasiadas víctimas antes de llegar a ese momento. Sin embargo, me ha parecido una historia tan original, que no cae en tópicos de ángeles y demonios o vampiros new age sino que acude a las fuentes clásicas para ofrecernos un libro de misterio, terror o suspense como los de antes.

JOSEPH B MACGREGOR